Para caminar por los fondos
marinos necesita el buzo
un gran peso que le empuje hacia abajo.
La etérea alegría
no es útil para este fin;
el grácil jugueteo apenas le serviría.
Sólo una pena
ferocísima y autoimpuesta posee
la verticalidad del plomo.
La tristeza únicamente
hunde el corcho de la vida
hasta el suelo primordial.