1
Con tus palabras gruesas hago yo, al alimón,
un torbellino delicado, tules muy finos,
una gasa que te envuelve y amortigua,
no por quitarte envergadura (yo te quiero
brutal y drástica), sino por darte
espacios futuros que arrasar:
aire para hoy,
pan para mañana.
2
En el arenal, donde solían
embarrancar mis otras barcas,
se ha abierto ahora
una enorme vía de agua.
Raro será si del percance
para otros, estrago
no salgo de nuevo yo
húmedo y renovado.
3
Mi unidad está a ras de suelo.
Yo, por debajo,
me vuelvo a ramificar.
4
Tu doble faz es la elegancia
de tener todos los rostros posibles,
de vagar buscando un nido y encontrarlo
en un ala rota, o en el canto liso
del vaso del que me das a beber.
Tu ambigüedad tiene sustancia
de líquido seminal, y el tacto
de un sueño firme.
En ti, el rencor de ver
carece de todo sentido.
5
Andas callada hoy,
y yo ensordezco
por no tener qué devorar.
Aquí, todos los huesos
están exhaustos, sin sangre,
como caídos en una flaccidez
desconsolada
de la que sólo tu grito
sirena vasta: aparición
podría rescatarlos.
6
Yo soy tu sed, no tu agua.
Si me arremanso
no es para que me sorbas
y te refresque, sino por ver
cómo me cruzas y me navegas
rumbo a tu otra costa
(la embebecida).
Desde estos médanos,
con los brazos como aspas, yo te saludaré
orgulloso de tu coronación
mar muy adentro.