26 de Abril 2005

VETA AGOTADA

1

Deseo de un agua
que estuviese brotando siempre,
que no abandonara
su vocación primera de manantial.

Anhelo antifluvial,
propósito de fuente
perpetua, de hondonada
donde el río se aserene
y sea el tiempo una pauta
mojada, sí, mas no corriente.

Vocación de intimidad
entre la espera y lo urgente:
lasitud extrema, colosal
apoteosis de la líquida sustancia
cuando, sin prisa ni pausa,
impregna mi frente
y la continuidad avara detiene.

Mar en la montaña.
Síntesis del inicio y del final.
Insurgencia. Estallido. Magma
que en sí mismo se contiene
y (sereno) no va a más.

Una materia tal
la sucesión trasciende.


2

De repente, una mañana
la cáscara reseca se desprende
y del fondo oscuro emerge
la semilla otrora abstracta.

Del estatismo troncal,
la planta se avalanza
hacia el ritmo germinal
—canto, no: danza.


3

No es que no exista
o sea pequeño:
es que está lejos
del tacto y de la vista.

No es que ahora sea menos:
es que me espera, infinita,
a una distancia de tiempo
ahorcado, ajeno a la medida.

No es que me vaya:
es que aún no he vuelto
al mar de mi partida,
hasta su playa.


4

Entre el relámpago y el trueno
transcurre, bárbaro y estático,
un extraño instante perpetuo:
en él se quedan, presos
como en la arena los galápagos,
el pie, el cuerpo y la mente.

Entre uno y otro extremo,
el tiempo fulge, brama y se retiene.


5

Cazador con alas de presa
Monarca que no pierda
el placer de obedecer
— ¿a qué? ¿a quién?

En su cima
coronada, el alpinista
quiere aunar las dos mitades:
la más alta y la del valle

La ambición
suprema del conquistador
(su estúpida quimera)
es superar, no refutarse:
la paz sin la guerra,
el todo con todas sus partes,
la armonía previa
y no la superación.


6

Veta agotada
Ufano rincón

Junto a la tapia
(ni ceguera, ni visión
por lo visto transformada)
el minero se frota las manos

¿Renuncia o ambición
sin alas, garras ni patas?
¿Mazmorra o santuario?

El antiguo zapador
en sus celdas ironiza:
sarna,
con gusto, no pica.


VIVIR ES ARRASTRARSE

Perder la hondura
Quedarse sin la profundidad
Asumir que en esta brega todo es (ya)
avanzar sin abismarse,
reptar por la lisura,
ir planeando,
atenerse a la línea horizontal
que iguala uno a todos los instantes
y achata, roma, la percepción.

Vivir es arrastrarse.

El gusano ha renunciado
a la transformación.


BORRACHERA DE OLORES

En el humilde rodeo —fabulosa expedición
para el vagabundo dormido entre algodones—,
en la brevísima incursión
por las aceras desconocidas, pude aprehender
el aroma otrora íntimo
y ya sólo ambiental.

Flores cultivas mezclaban sus ensalmos
al perfume colérico de los árboles semisilvestres
(todo lo plantado sigue un camino independiente):
todos a una, los delegados
de la verde alianza me envolvían y portaban
la noticia evanescente, su verdad en el olor.

No eran quimeras,
o por lo menos, no insípidas.
Suculentas
esencias en flotación caían
de los balcones, las terrazas y las gárgolas,
del sobreático al ralo suelo.
Todo era nube,
salutífera miasma, invocación
de lo invisible a lo tangible
por vía extraña o raro don
—el olfato es un sentido
manifiestamente oculto.

Los magníficos sahumerios,
la inhalación, la espesísima
red de las fragancias se hizo visión,
y yo fui su espectador borracho.

Desde entonces soporto
mejor la inodora costumbre de apartar
la nariz cuando traspaso
el sólito camino en la misma dirección
(hedionda) hacia las últimas aguas.


LA REALIDAD DEL SUEÑO

La realidad del sueño —su materia
ligera pero tangible:
su evanescencia— se demuestra
soñándola. Firme
en su evidencia, no admite
de su ser distinta prueba.

Sublime
es la verdad que no pelea,
ni aduce, ni se exhibe.


FALTA DE VISIÓN

¿Cruzo un túnel,
es de noche, han apagado
la luz (la luz mía: mi sol)
o me he quedado ciego,
sin guía,
sin orientación?

Los destellos, ¿son las sombras
invertidas por defecto,
o el rastro que conduce a la salida
de esta lóbrega caverna
de ignorar si veo o no?


EN EL PRINCIPIO

En el principio fue
el principio, el comenzar
todo desde cero y arrancarse
algo de la nada,
del amasijo inicial.

En el principio
fue la mañana,
la luz blanca, el sol
a tientas, el esbozo
—intuición
de andar a tientas
por carecer (aún) de pies.

En el principio
(de eso sí que me acuerdo)
estaba yo
con mis dos ojos abiertos:
gafas que el río se inventan
de donde sólo había agua,
sustancia sin curso propio
cuando no hay espectador.


EL ALPINISTA

Háblale al alpinista de las virtudes
del otoño en la llanura, del páramo
habitado por colmenas y espinares.

Dile al otrora escalador
que no es tan chata la vida chata,
que hay ocasiones para elevarse
un tanto por encima del duro suelo
—aunque sea para sentarse de nuevo
inmediatamente después.

Cuéntale al amigo de las cumbres
donde la nieve es eterna vuestro concepto
del tiempo lineal-horizontal,
plano, progresivo en apariencia,
estancado en realidad.

Trata de persuadirle (a él, al creador
de las fugas escondidas)
que las murallas son palancas
que echan al mundo a rodar:

su risa
sonará descomunal
en el valle de los gusanos.

Para la criatura alada
—o, en su defecto, lista para trepar—,
cualquier forma de silla
se le antoja extrema unción.


SONAR Y VER

Viéndome ayer
(como fui y ya no soy),
soñé contigo.
Eras otra
tú también a la que recordaba,
una efusión
mezclada de recuerdos y deseos
nunca plasmados más allá
de voz y gesto,
letra y sal
de mares no surcados.

Soñando contigo
en la noche inexplorada,
volviste
un poco y me extravié
(otra vez)
del todo yo.


PROYECCIÓN

No hay cuerpo
o no hay espejo.
Falta la voz
o el eco que yo
—antaño,
en años
de fundación:
llama,
agua
y hervor—
asumí como propio,
luz en el ojo.

No hay sustancia
o forma adecuada
a la íntima pulsión
de serse y saberse:
carece
la corriente, el magma
extraño,
de canales de expresión.

Desfallece
así el apaño
que fue existir como si fuese
otro el que lo hiciese, y no
este informe nadie-nada
que, más que ser algo,
en otros se proyectaba.


DOBLE FILO

Con su envés, golpea
la hoja de mi espada la cabeza
del invasor de poca monta;
con su haz, la corta.

Doble es el filo con que cuido
de ahuyentar al enemigo:
del rostro, por la espalda;
de lo otro, por la cara.


ENGARCE Y COMPÁS

No hay nada más allá
de este aquí fulgente, opaco,
intransitable
si no te vuelcas, mirada,
pulso, atención,
delante de su altar alborozado.

No hay engarce
ni hay compás
entre tú y tu circunstancia
si el corazón y los ojos van
cada uno por su lado.


AGUA PASADA

Agua pasada mueve molinos
añejos, norias remotas, turbinas
que, enterradas bajo el alud
de hojas caídas, generarán
la energía necesaria para mover
(quizás pasado hoy
y pasado mañana), la enorme
maquinaria de mi seco corazón.


ALMA REDONDA OTRORA

Desde el suelo, a pie de obra, contemplo
el giro de la noria
que, quizás en otra tierra, en otro tiempo,
giraba conmigo dentro.

Soy una peonza
sin niño al otro extremo,
una pelota
olvidada del recreo.

Mi alma —redonda otrora—
yace al pie de un cuerpo recto.


TRAGO DE NADA

Espacio: trago de nada
que abre y separa
la apretura del vivir
consentido y consabido,
efímera objeción
por donde elevarse hasta otro estado,
alivio
momentáneo, sucedáneo
del penúltimo descanso, ardid
infructuoso por mil veces repetido,
suspensión
extemporánea del terrible veredicto
inaplazable del vivir
abocado hacia el Gran No
¾ficción, seguramente,
bastante más convincente.

Escrito por Eneas Fog a las 26 de Abril 2005 a las 12:05 PM