Esa sequía, esa impresión
de estar nadando en arenas blandas,
en falsas corrientes
Ese deseo
impregnado en humedades remotas
que no cabrían en este cuenco de mis manos juntas
y rotas
como en un rezo a quién,
si no hay agua con que bautizarlo.
Ese espejismo que un día creó mi sed
y ahora no la apaga,
no por codicia, no por enemistad,
sino porque tengo la boca sellada y los labios,
los labios los he cegado
y, además, están sordos
de tanto cantar y no oírme.
Ese anheloesa inmersión
en los líquidos celestes,
¿por qué sumidero se han precipitado?
Pues yo no los retuve
y a través mío ya pasaron, dejándome
mustio, ajado y languideciente.