15 de Septiembre 2004

CONTRA LA NOCHE y otros poemas

SOPOR

Tras despertar viene el sopor
de verlo todo muy claro:
se añora entonces los enredos
propios de lo onírico,
esa inconcreción
esmerilada que en el cristal
dibuja hipótesis no contrastables.

Con los ojos abiertos, empero,
aún es posible impregnarse de bruma.

La condición es:
no apurar.


ESENCIA MUDABLE

El gran trozo de hielo
duda un momento antes
de desprenderse de la cumbre.

Otea la ladera
morena que la levanta:
se asegura de su madurez.

Palpa a distancia
el terraplén. Lo urde
liso y sin complejos.

Divisa al fondo el valle,
carente de toda marca
humana en su aridez.

Calibra el peso.
Analiza las variables.
Conoce a ciegas. Se funde.

Cae.

Su descenso es vuelo.
Revelación su fe
descongelada.

Y al deslizarse,
el hielo descubre
su condición de agua:

rodar es aprehender
la propia esencia mudable
en el trance de un espejo.


DIVAGACIONES

Divagaciones:
líneas blancas
sobre un fondo de nieve,
rastro de caracoles
en el prado reseco,
morosidad.

Tomo
un camino cualquiera:
la orientación es interior
y no se impone desde afuera.

¿Qué hay?

Ondulaciones de la superficie
que no ocultan, sino transmiten
cierta actividad subterránea,
ancestral.

Un temblor impalpable
a ras de suelo, justo a la altura
en que el pie comienza
su inscripción en la tierra
(la huella es la pizarra del sentido).

Ambigüedad:
el trazo se apresta a trazar,
el receptor emite mensajes,
todo está revuelto
y preñado de promesas.

Cojo el bolígrafo.

Apunto a la ola.

Me dejo llevar…


CONTRA LA NOCHE

Lo peor de la noche
no es su carencia de luz,
sino su falta de sombras.

Entre tinieblas,
todo cuerpo es ningún cuerpo
irrelevante, asustadizo,
pasto de la harpía voraz
que, al final, todo lo iguala.

Falsa oscuridad
demócrata: sólo tú
mandas en realidad.
Quien por tu orco deambula,
a sí mismo se anula
por un ápice de nada.

El mañana,
en ti, es cortinaje.
Pues no hay mensaje
alguno bajo tus velos.
Sólo un silencio
–denso, sucio y helado–
de barro seco
sobre barro mojado.


TELARAÑA

Capa tras capa,
la telaraña va perdiendo
su capacidad de atracción.

De la antigua red, el tiempo
ha formado una maraña
por donde las presas escapan

(su viuda, no).

Escrito por Eneas Fog a las 15 de Septiembre 2004 a las 12:56 PM