Calores tardos,
sin dones,
extemporáneos.
Cruda
temperatura que trepa
por el poste del orbe
profano
sin gloria, con dudas,
pues su puerto está lejano
y se acerca,
poco a poco, la noche.
Fuegos fatuos
por los bordes de las tumbas
entreabiertas.
La luna
no se arriesga
por donde los ensalmos.
Ardores: vanos
reproches a la oscura
certeza que aún no reina
en el monte y en los bosques
metropolitanos.
Su zarpazo es de un orden
que amaga y no golpea.
Su ley es aún más dura.
Escrito por Eneas Fog a las 23 de Septiembre 2004 a las 01:34 PM