Un navío embarrancó
hace años en ese punto, en esa línea
basculante de unión / separación
entre el río y el mar.
Míralo: aún se divisan
su proa enhiesta y el color
desfalleciente del casco.
Hoy la escotilla del capitán
es un nido de barbos.
Empotrado contra el escalón
que separa el piélago de la avenida,
ese barco
horizontal otrora, ahora simboliza
la tumba que le aguarda a quien se olvida
de esta mínima enseñanza primordial:
que se flota en el agua marina
y se zozobra en la fluvial.