19 de Abril 2004

SOSTÉN Y OTROS POEMAS

La patinadora

En cuchillas que no sajan
sino que se deslizan,
van abriéndose sus alas:
pájaro de fuego
o vengadora escarpia,
la bailarina
libera a su cuerpo de medida.

Entregada
a una especulación ficticia,
su movimiento
circular no conoce los deseos:
gira y gira
como inútil arabesco
sobre la tierra helada.

Pero
no: es ilusión, la inquina
que ella emplea en la acrobacia.
Su embeleso
va más lejos de la fina
elegancia de las hadas.

Es adentro,
adonde su gesto nos abisma.


Timidez de los campos

Con qué pudor
exquisito
retrocede la flor ante la mano
que acaricia sus pétalos
iridiscentes.

Con qué recato
inteligente
se aparta el hibisco
cuyo estambre tiende al sol,
mas no al contacto
(su entrega es aparente).

Con qué divina
contención exhala vahos
de amor la buganvilla.

Con qué inocente
reserva el amaranto
en la mañana florece.

Es tanta la caución
con la que el campo brilla,
que todo me parece

(a mí, el fauno
enardecido por la prisa)

invitación.


Lluvia

Llueve, y sobre la tierra sedienta
no se forman los charcos acostumbrados:
la Gran Boca se la bebe toda
—el agua caída
y la que se ha levantado.

Llueve por el lado contrario
al que yo estoy: no moja
mi piel esta tormenta,
no la fertiliza.

Llueve por fuera,
ahora.
Mi ojo espía
desde el cercado.


Sólo se vive dos veces

Sólo se vive dos veces:
una, a la ida
(distraída,
negligentemente);
otra, a la venida,
como quien vuelve
a beber en la fuente
que una vez le dio la vida
y todavía la contiene.


Nieve en primavera

Nieve en primavera:
inversión de los valles
en la cima congelada,
de los ríos en témpanos
flotando ladera arriba.

Modulación rara
del meteoro incautado
por la brisa.

Atraso suave
de la impaciencia.

Calma herida:
no dan abasto
mis tragaderas.


La exhalación rubia

La exhalación rubia
teñida se planta,
dándome la espalda,
de peras a uvas
frente a mi ventana:

sin pudor me abruma
con su perfil de araña
o de escultura
perfectamente gualda
que, o el amor incuba,
o en visión se encalma.

Mi ambición de puma
quisiera, claro, asaltarla
—pero mi otro yo, el cura,
prefiere la guarda
y custodia de la musa
tras las persianas:

que siga esta procura
de prendas blancas
alborando la mañana,
que de la oscura
satisfacción extenuada
ya inventaré mejor excusa.


Sostén

Un colchón armónico sostiene
en el aire una melodía:

como plumas que con facilidad
alzan el vuelo y se desplazan,
ella conoce también la ligereza,
el sustento de tan imperceptible

sostén.

Escrito por Eneas Fog a las 19 de Abril 2004 a las 11:56 AM