Volcado en mi pecera
de aguas tranquilas sólo por fuera,
escribo con rumbo desconocido.
Se supone que hay paredes,
en este cosmos mío de cristal
líquido y arenisca y algas falsas.
Pero, cuanto más avanzo
con mis branquias de par en par
y mi aleta caudal a guisa de pala,
tanto más rápido me alejo
del centro estable de mi mesa.
Los límites por mí fundados
me abocan a la indeterminación
consubstancial al fondo azul
de esta pantalla-sagrario.