Y cuando se abran las compuertas,
el agua caerá de nuevo por su propio peso
hecho corriente, vertical,
descenso incalculado que recobra
el cauce natural,
su abrevadero.
No ha de llevar consigo
el río memoria de la presa:
fluirá desapegado,
sin marca en su materia
blanda y deformable.
La inocencia es el estado
líquido por definición: salvaje,
torrencial e infinitamente
olvidadizo.