Como si el respirar
alterno del mundo
obrase en nosotros por nosotros,
vivimos en la duda permanente
de la exacta posición:
sístole y diástole,
auge y sacrificio,
vamos o venimos al socaire
del aire que sopla por fuera.
Nuestro centro está en el eje
que nos suelda al campanario
indeciso de la tierra.