Un navío embarrancó
hace años en ese punto, en esa línea
basculante de unión / separación
entre el río y el mar.
Míralo: aún se divisan
su proa enhiesta y el color
desfalleciente del casco.
Hoy la escotilla del capitán
es un nido de barbos.
Empotrado contra el escalón
que separa el piélago de la avenida,
ese barco
horizontal otrora, ahora simboliza
la tumba que le aguarda a quien se olvida
de esta mínima enseñanza primordial:
que se flota en el agua marina
y se zozobra en la fluvial.
Convivir con el milagro implica perder
la pregnante urgencia, el árbol
que arde en los contactos breves,
las maderos flotantes y el agua
adonde todo poco a poco vuelve.
Conocer la maravilla todo el día
acarrea un ingente caudal,
una avenida de pérdidas y renuncias,
un río y su desecho o, en su defecto,
la espiral inútil de la argucia
buscando su redención.
El placer es la excepción
de una norma esaboría.
"Me parezco a quien yo más deseo" (J.M. Caballero Bonald)
Proyección -
Transferencia
que me arranca de mi yo
agente y me convierte
en un yo espectador.
Delirio -
Estático presente
del fulgor de la conciencia.
Identificación -
Rapto a la evidencia
que en significado revierte:
su preclaro valor
es siempre mediado.
Cero en el centro:
no en la derecha del valor
ni en la izquierda del símbolo.
Nada en plena cara,
un vacío dentro del corazón
díscolo
de la última cena.
Una ausencia
que entreteje los conceptos
menos frívolos y le confiere
velocidad al entrecejo
y contornos al rotor.
Carencia: motivación
oculta del presente
tras librarse del complejo
u oropel de la evidencia
(sueño en su grado ínfimo,
apenas reverbero:
gran inconsciencia,
enorme sopor)
Dejad que el anciano se acerque hasta mí
y revele a las claras el derrotero.
Cededle el uso prioritario de la antena.
Intuid que la huella se va borrando
con cada uno de sus pasos por la playa
demasiado corta del devenir.
Dadle a los ojos la amalgama necesaria
de olvido y carencia, de valoración
libérrima y parquedad deseada, sí,
de privación. Y comprended el recto
sentido de la torcedura original,
su estricto deber de antecesión.
Una nube de vida rebulle en el desierto.
Alas en frotación
componen himnos bellos.
Mandíbulas sonoras
le ganan rápidamente el terreno
a la humana especulación.
Su sombra avanza
tapando el sol.
Pueblos enteros
ceden al imperio de las bocas:
lo que fue criado en un año
es comida de una hora.
A grandes saltos, los insectos
cubren enormes distancias.
No hay obstáculo alguno
que detenga a las langostas:
su hambre es su escudo;
el número, su caparazón.
VÍCTIMA Y VERDUGO
Al fondo del pasillo
del tiempo hay un espejo.
Las muecas que haces
vuelven a ti, intactas,
como un último retrato.
Los exabruptos, los deseos
malévolos, la imagen
completa de tu corazón,
ante tus ojos comparecen.
No hay escapatoria.
Golpeado por tu propio puño,
caes y no te levantas
víctima, verdugo,
¿por qué no enterrador?
ORUGA
Como una oruga al concluir
su período de acopio desenfrenado,
se enrosca
mi lengua y se cierra
mi enorme boca enderredor.
El silencio es la crisálida
donde criaremos alas para el verbo
futuro de los dos.
AROMAS
Somos iguales: con el calor,
nuestros cuerpos desprenden aromas,
esencias perfumadas que responden
dócilmente a nuestra naturaleza íntima.
Somos distintos: para alcanzar
el estado gaseoso del perfume,
a ti te basta con una llama, y a mí
me hace falta el incendio entero.
Tú te consumes como la barra de incienso,
mientras yo imito al aceite en el quemador.