TIMBRE
Entre las vanas
coloraturas del mundo se adivina
un único timbre claro:
gris, persistente,
falto de ornamentos
que lo oculten al mostrarlo
a la turba rarefacta.
La voz que sobrevive
implícita en el trino
(acrobacia de un alma
en trance impuro),
el tono que la aguanta
incólume en su adiós,
la agónica armonía,
el ínclito sermón
componen en el aire
un acorde sustantivo.
Su rítmica asonancia
está escrita en otra clave.
VIVENCIAS ANCESTRALES
Resistiendo persisten vagas profundidades
(J. GUILLÉN, Cántico)
Resistiendo persisten vagas profundidades.
No se disipan: no pueden.
En su fuero interno contienen
toda suerte de vivencias ancestrales.
Por ejemplo: cómo dilatarse
sin perder la preciada intensidad.
Por ejemplo: aprender a contraerse
y ser prosaico y poético por igual,
y aún más presente.
Las sombras
coquetean con la forma
a un nivel entre animal
y casquivano
(labilidad tan persistente
como el contorno más exacto).
En su envolvente modorra,
saben todo cuanto quieren:
ascender a lo más alto
o caer sin estrellarse,
lo que al amante le importa,
no es el modo, sino la verdad
honda del primer referente.
Oscuridad:
promesa eterna de las simas.
Mientras no invadas
mi frente con mezquinas
malas artes, yo te consagro
cuerpo y alma a custodiar
tu poca evidencia santa,
tu sublime oquedad.
El poema es mi rosario.
LA ELECCIÓN DEL ESPEJO
El espejo es el que ve
(ya está eso en claro),
pero el sujeto es quien decide
dónde puede convertirse
de mero espectador del ser
en sublime contemplado
pues no es lo mismo
un vidrio liso que esmerilado,
ni un cristal embrutecido
por una mirada triste
que otro recién lavado
en el gozo de un tropismo
consagrado al entusiasmo.
Elige, pues, con mucho tino,
la materia prima del sagrario
pues, amigo, no lo olvides
(esta es mi única lección,
mi escaso legado en firme),
reflejarse es redimirse
para decir y no decir : YO.
Palos de ciego:
solidez
del intento
contra falsa lucidez.
El logro yo lo veo
consumado en esa fe
sin un objeto concreto
todavía en que creer
estricto devaneo
hacia afuera desde dentro,
a los lados, por doquier:
tender
para inventar el propio centro
y allegarse hasta su ser
inédito por completo.
Tentar es comprender
(o eso espero).
Calores tardos,
sin dones,
extemporáneos.
Cruda
temperatura que trepa
por el poste del orbe
profano
sin gloria, con dudas,
pues su puerto está lejano
y se acerca,
poco a poco, la noche.
Fuegos fatuos
por los bordes de las tumbas
entreabiertas.
La luna
no se arriesga
por donde los ensalmos.
Ardores: vanos
reproches a la oscura
certeza que aún no reina
en el monte y en los bosques
metropolitanos.
Su zarpazo es de un orden
que amaga y no golpea.
Su ley es aún más dura.
Delicada
mente que tabula
la percepción como una fuente
de recónditos sentidos.
Fragilísimo caer
en la cuenta de los hechos.
Asumir tranquilo.
Sereno pasar de la duda
a la evidencia. Elocuente
mudez, la del testigo.
Conciencia, tú vigilas
sin ceñir lo que sucede.
Tu voluntad y la mía
son sólo una.
Tamizada por el tiempo,
pátina pura,
ya siempre atinas:
del esquivo aparecer,
me transmites la visión;
el sonido del fragor,
la silueta de los cuerpos.
Entre el mundo y yo,
no subsisten accidentes.
La esencia, si la sé,
es que es la que es.
Yo soy su espejo.
Antes de escribir:
instante pleno
de promesas, saturación
en adelante, obsequio
concedido a la sorpresa,
oír previo,
aún no audición.
Escribiendo:
fluir justo a la inversa,
no decidir,
dar un margen,
despertar y no
reconocerlo
en el momento.
Leer (leerse):
acceder a los principios
ignorantes,
confesarse del revés,
anunciarlo y verterlo
hacia afuera
y hacia adentro,
denodadamenre.
Saber no sabiendo:
dudosísima revelación,
salterio
impenetrable,
el de este verbo
mío no, del aire
SOPOR
Tras despertar viene el sopor
de verlo todo muy claro:
se añora entonces los enredos
propios de lo onírico,
esa inconcreción
esmerilada que en el cristal
dibuja hipótesis no contrastables.
Con los ojos abiertos, empero,
aún es posible impregnarse de bruma.
La condición es:
no apurar.
ESENCIA MUDABLE
El gran trozo de hielo
duda un momento antes
de desprenderse de la cumbre.
Otea la ladera
morena que la levanta:
se asegura de su madurez.
Palpa a distancia
el terraplén. Lo urde
liso y sin complejos.
Divisa al fondo el valle,
carente de toda marca
humana en su aridez.
Calibra el peso.
Analiza las variables.
Conoce a ciegas. Se funde.
Cae.
Su descenso es vuelo.
Revelación su fe
descongelada.
Y al deslizarse,
el hielo descubre
su condición de agua:
rodar es aprehender
la propia esencia mudable
en el trance de un espejo.
DIVAGACIONES
Divagaciones:
líneas blancas
sobre un fondo de nieve,
rastro de caracoles
en el prado reseco,
morosidad.
Tomo
un camino cualquiera:
la orientación es interior
y no se impone desde afuera.
¿Qué hay?
Ondulaciones de la superficie
que no ocultan, sino transmiten
cierta actividad subterránea,
ancestral.
Un temblor impalpable
a ras de suelo, justo a la altura
en que el pie comienza
su inscripción en la tierra
(la huella es la pizarra del sentido).
Ambigüedad:
el trazo se apresta a trazar,
el receptor emite mensajes,
todo está revuelto
y preñado de promesas.
Cojo el bolígrafo.
Apunto a la ola.
Me dejo llevar
CONTRA LA NOCHE
Lo peor de la noche
no es su carencia de luz,
sino su falta de sombras.
Entre tinieblas,
todo cuerpo es ningún cuerpo
irrelevante, asustadizo,
pasto de la harpía voraz
que, al final, todo lo iguala.
Falsa oscuridad
demócrata: sólo tú
mandas en realidad.
Quien por tu orco deambula,
a sí mismo se anula
por un ápice de nada.
El mañana,
en ti, es cortinaje.
Pues no hay mensaje
alguno bajo tus velos.
Sólo un silencio
denso, sucio y helado
de barro seco
sobre barro mojado.
TELARAÑA
Capa tras capa,
la telaraña va perdiendo
su capacidad de atracción.
De la antigua red, el tiempo
ha formado una maraña
por donde las presas escapan
(su viuda, no).
Para Marea Alta, por si lo lee
Los frutos del mar:
esta concha,
ese vaivén,
la cambiante
voluntad de irse
y volver en único
gesto poco orientado.
La gesta de las olas:
acrecentarse
con cada nueva sustracción
de su ser siempre el mismo
perseverancia
que apenas lo parece.
Su narración
(no la constancia) de todo ello:
la sigilosa
marca en el agua
que, si accede
a ser comunicada
es porque, acto seguido,
ya se empieza a retirar.
Nada que comprender:
tan sólo el salto
de este a ese lado del puente,
y la evidencia
de que todo es alto y claro
y así lo ha sido siempre.
Nada que ver
u oír que no supieras
ya en estado latente:
el grano en su tallo
ya ensueña con la era
donde irá a fenecer.
El iluminado
es una persona cualquiera
que ha abierto su mente
al presente no mediado
del ser que, simplemente,
es (sin nuevas vueltas).
Ni un santo,
ni un hereje:
el que ve
es, a lo sumo, un inocente
derramado hacia su afuera.
El proyecto bueno
es el proyecto yerto,
el bluff,
lo infructuoso.
¿La vía excelsa?
La que está muerta,
el callejón sin salida:
la esterilidad.
Al fracasar, preservas
el gesto en estado de promesa,
el ánimo suspendido
previo a la consumación.
Perdiendo, ganarás
la inconcreción consustancial
a los signos idos,
la verdad como argamasa
no definida, la ilusión
implícita en lo romo,
lo ajado, lo raído.
La derrota es el reino
de la eterna posibilidad
por su fin no maleada.
En su hueco yo instalo
mi segura morada
junto al precipicio.